La presente entrada viene marcada por la presencia del día de la Violencia de género en la actualidad y las noticias y campañas que con motivo de éste tienen lugar durante la semana en todas partes. Nosotros no somos indiferentes a esto, es nuestra obligación concienciar a la sociedad. Por ello planteamos en este momento el tema y apoyamos la causa desde la convicción, sin olvidarnos el resto del año de este penoso acontecimiento
Desigualdad y Violencia de género son conceptos que, lejos de ser antagónicos, han demostrado estar unidos íntimamente, naciendo el segundo de las raíces umbrías y profundas del primero. Tal es la profundidad que la sociedad está marcada desde siglos atrás por estos convencionalismos y, nosotros, como individuos, desde nuestra formación, académica y social. Y es que a veces conviene desaprender y reeducar, de lo que hablaremos al final de la entrada. Hablamos hoy de un tema demasiado cercano, que se ubica en nuestro entorno más próximo, aquel que tiene grabadas nuestra huellas, y tan generalizado que obvia asuntos como categorías sociales o nivel económico, disfrutando de una triste expansión en todas las esferas.
<<La violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico; se da en todas las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica, raza o cultura. Las estructuras de poder de la sociedad que la perpetúan se caracterizan por su profundo arraigo y se intransigencia. En todo el mundo, la violencia o las amenazas de violencia impiden a las mujeres ejercitar sus derechos humano y disfrutar de ellos>>. Amnistía Internacional, Está en nuestras manos. Editorial Amnistía Internacional, 2004
Hay muchas voces que se han olvidado de hablar. Nosotros, los jóvenes, creemos que cuántos más seamos trasmitiendo y apoyando el mensaje contra la subordinación y el dolor, uniendo las voces de todas las generaciones, antes y con más fuerza calará en las mentes, convencerá a los indiferentes y, juntos, reprobaremos los actos, cualquiera que sea su naturaleza y origen, que atenten contra la dignidad de los demás por motivos de género. Que el silencio no sea la regla a seguir.
La aportación que desde esta agrupación hacemos es la campaña Stop a la violencia, siendo esta iniciativa el modo -de los jóvenes que la conformamos- de demostrar, no ya el apoyo a las víctimas, sino la empatía y confianza hacia aquellas instituciones y personas físicas que luchan sin descanso y desde variados ámbitos por la progresiva reducción de este problema como camino certero hacia su erradicación.
Con esta campaña buscamos la implicación de la sociedad recordando que este suceso incumbe a todos, sin excepciones ni cabida para la duda o la zozobra. Buscamos el rechazo social hacia el que ejerce la violencia y el interés de la gente en la creación de mejores leyes, las de eficacia real.
No se debe aguantar todo aquello que hiere la dignidad, que nos aleja de una vida plena lanzándonos a adoptar posiciones de dependencia e inferioridad.
Como aventurábamos antes, estamos seguros que la educación es el medio y la infraestructura. Un medio con resultados a largo plazo pero que merece la pena, pues pocas herramientas son más eficaces para avivar los talentos y aventar las semillas violentas lejos de la realidad.
Reeduquémonos en el respeto y la equidad entre géneros. Eduquemos para saber mirar al otro desde la misma altura.
A todas aquellas que lo han sufrido,
a ese yo que sois vosotras.
Te dejo en la puerta de la caverna.
Quieres que siga viendo en blanco y negro,
encadenada a una pared.
Aquí la única sombra eres tú
y las cadenas tus brazos.
Jugaste a Demiurgo,
pero mis ideas no se modelan
ni con cincel,
ni con martillo,
ni con gritos,
ni con órdenes,
ni con golpes.
Ni se encandenan con argollas en los dedos.
Pensarás que me tuviste atada,
que fui tuya.
Nunca entenderás que primero fui del amor,
Después pasé a ser del miedo,
de la vergüenza,
del dolor.
Ahora con todas mis ideas brillando
soy simplemente mía.
Autora poema: Rocío Morales